Hace muchos años por circunstancias de la vida me ví en la situación de crecer escuchando mi voz en el silencio, jugar con mis pensamientos, vestir ilusiones, observar como otros niños se divertían siendo niños perdiéndose en los otros entre risas y juegos. Observaba que todo en ellos era expulsar, se expresaban hacia afuera de ellos mismos, se vaciaban, al mismo tiempo tenían desplante, eran aceptados, reconocidos, queridos, eran parte de un clan.
Yo en vez de vaciarme , de expresar, interiorizaba y absorbía todo de afuera hacia
adentro, era retraída, tímida, y al verlos jugar pude ver cómo interactuaban
entre ellos, así crecí, para qué negarlo objeto de burlas, querida por el mundo
adulto, sin más clan que el de mi familia.
La ausencia de juegos me llevaba a dialogar con gente
adulta, las auxiliares del colegio donde me eduqué se convirtieron en mis
amigas y sobre todo con una estatua de Jesucristo en la capilla del colegio con
quien hablaba a menudo y a quien acariciaba las llagas durante los recreos en
mi infancia, así… en esa etapa silenciosa y retraída me perdí de muchas cosas
como niña pero gané otras.
Años más tarde ya en plena adolescencia comprendí que la
vida no tiene sentido, que todos creen que vivir es una experiencia como un
juego en el cual hay etapas, que definir pasos, vas adquiriendo cosas que son
tus logros o conquistas de vida y luego mueres para ser recordado por todos los
logros adquiridos en este juego.
La vida no puede ser esa estupidez, pensé, un concepto
ordinario que parece manufacturado con reglas de juego, con la liviandad de un
discurso digno de un charlatán. La gente se toma la vida, este juego demasiado
en serio y necesitan ir acumulando cosas para justificar sus existencias, un
día me dí cuenta de que un trabajo, una casa, un auto no significan nada, ni
siquiera podrás llevarlos a tu tumba, si todo eso puede quemarse, ahí me
cuestioné lo siguiente….si todo se consume… ¿qué puede ser que no se consuma
nunca y que realmente sea importante? Es ahí cuando comprendí que la riqueza y
la felicidad que tanto buscamos con mapas y que pretendemos comprar con dinero
son solo ilusiones, espejismos, oasis en el desierto, la felicidad está en uno
mismo, aquello que no perece, es lo que cultivamos en nuestra alma, nuestros
sentimientos, aquello que logramos ver con el corazón. Ahí comprendí que la
vida como juego siempre tiene trampas, el hombre tiene muchos desafíos, uno de
ellos es superarse a sí mismo y esto tristemente es algo de lo que aquellos que
tienen la vista fuera de si mismos y la tienen puesta en el exterior no se
percatan nunca, en esta vida hay distracciones como el constante mensaje de que
“para ser felíz debes lograr esto o aquello”, siempre se nos ha dicho que la
felicidad está fuera de nosotros, en nuestros logros, en una religión, etcétera
pero nunca se nos ha dicho que está en nosotros realmente. Es gracioso… el
hombre solo se ha creado un mundo de problemas y dice que es felíz cuando esos
problemas que él mismo ha creado ya no existen. El hombre no se da cuenta aún
que mientras menos tiene mucho más rico es y también más libre, lamentablemente
este sistema está diseñado para hacernos creer lo contrario, el hombre se
olvidó tanto de su origen que perdió su esencia, su conexión con el universo y
por ende se transformó en un ser que vuela como pluma en el viento,
influenciado por lo que cree que es su voluntad pero no es más que la voluntad
de algunos que crearon sus necesidades.
Fue en ese momento, cuando me dí cuenta que nada importa más
que el alma de las personas, sí creo en el alma, espíritu, creo que allí está
la verdadera riqueza y es lo único que tenemos porque es lo que somos,
llamémoslo alma, otros podrán llamarlo conciencia, fue en ese momento a los 17
años aproximadamente cuando comencé a ver que cada persona es un cofre con
tesoros por su alma, comencé a disfrutar tanto observándolos en detalle. Comencé
a buscar como amigos a personas que solían ser objeto de burla y rechazo, un día una chica de otro curso en mi colegio,
la cual era objeto de bullying y a quien me acerqué un día me preguntó cuando
llevábamos un buen rato charlando “¿por qué hablas conmigo?” recuerdo que le
dije “porque siempre te he visto callada… y creo que las personas que callan
son las que más tienen por decir”, nunca olvidó mi respuesta hasta el día de
hoy y nos hicimos amigas. En ese entonces comenzamos a hablar del “ser humano”,
eran geniales las charlas después de clases en el liceo. En ese mismo tiempo
observaba a la gente, como siempre desde mi timidez, disfrutaba sentarme en las
bancas de Paseo Ahumada en silencio y comenzaba a mirar a la gente transitar,
miraba sus expresiones en el rostro, podía imaginar como sentían o si estaban
preocupados, molestos, discutiendo, tristes, comencé a observar la naturaleza
con otros ojos también, recuerdo que en la sala de clases veía el cerro y
contemplaba los árboles y podía sentir que estaban vivos, les hablaba en mi
mente, comencé a ver y valorar la chispa de vida que quiere manifestarse en
cada expresión de la naturaleza, comencé a disfrutar desnudarme para sentir la
lluvia acariciarme y sentir cada hoja, acariciar cuidadosamente cada espina, empecé
a sentir fascinación cada vez que salía y miraba las ventanas de casas y
departamentos, tratando de imaginar a quienes vivían dentro, hacer estas cosas
me hacía sentir abrazada en el alma, algo similar al amor, mediante la
contemplación me conectaba de alguna manera con el objeto observado siempre
humildemente y empecé a sentir algo dentro que no experimentaba antes, una felicidad, sentía que había adquirido algo
rico invaluable y que nada pudiese pagar, pero también al mismo tiempo que lo
hacía comencé a albergar en mí un poderoso deseo que comenzó a obsesionarme
secretamente… “poder desnudar el alma y acariciarla”. Muchos podían ansiar
obtener cosas, acumular riquezas, para mí la máxima riqueza, el máximo placer,
aquello que mi corazón y mi sangre gritaba cada día era que deseaba y soñaba
algo que para todos puede ser hasta el día de hoy y para siempre una locura… desnudar
y acariciar el alma de un “ser humano”.
En los ojos de las personas puedo ver lo que son cuando
guardan silencio, cuando hablan mucho distraen y algunos suelen hablar de cosas
que no son realmente, sus palabras son engañosas, es cuando callan y dejan que
los observes en silencio fijamente por varios minutos que sus esencias
comienzan a manifestarse en sus ojos, a transmitir un sentimiento… en otros
casos es cuando me cuentan sobre sus dolores, cuando a veces me confiesan
secretos íntimos, cuando se abren plenamente y hablan de sus miedos, así… logro
sentir el gran placer de desnudarlos y acariciarlos en parte, es ahí cuando
quisiera besar tiernamente sus ojos cerrados y darles mi mano con cariño. Las
personas son todas vulnerables, todas tienen alguna debilidad, alguna herida,
algo que alguna vez se quebró en ellos.
¿Por qué un día a los 16 años comencé a sentir esta obsesión
silente? Quizás para acariciar el alma de las personas, acogerla en mi propio
ser, poder sentir lo que siente al desnudarlo y darle en mi mano o mi sonrisa
parte de mi esencia, mi alma, lo cual al mismo tiempo me hace sentir menos
vacía. Hasta ahora he descubierto que hay una soledad circunstancial que es de
compañía y ésta se puede saciar, pero hay un vacío que es permanente y siempre
está… como la muerte, ahí… acompañándote cada segundo hasta que te vayas de
este lado. En mi opinión creo que este vacío puede venir como resultado de la
desconexión que sufrimos alguna vez al venir a este mundo y adquirir una forma
física limitada, dejamos de formar parte de un todo físicamente y seguimos
siendo parte del todo pero con una corteza. Es como por ejemplo si dijera que
somos aire, pero este cuerpo es una madera con orificios, una flauta como
instrumento físico pero dentro de él y al ser expulsados como aire somos
sonido, armónicos, bellos, salimos de la flauta pero seguimos siendo parte del
aire, parte del todo.
¿Qué es lo que quiero compartir contigo de todo lo escrito? Si
sales un día a la calle y observas fijamente a alguien en el metro, con una
mirada neutra, sólo observando, transitar en la calle y fijarte exclusivamente
en la “gente invisible” para el común, personas que están siempre pero que
nadie ve, si te permites cerrar los ojos y disfrutar la lluvia sintiendo cada
caricia en tu rostro, experimentarás sensaciones que seguramente no habías
sentido o quizás alguna vez sentiste cuando eras pequeña(o), hemos olvidado
conectarnos más con el prójimo y con nuestro entorno, pasamos más tiempo
mirando una pantallita de celular, notebook, tv, en vez de mirar los ojos de
las personas… que el brillo de tus ojos no lo absorba la pantalla, tus ojos son
más bellos sin duda cuando observas el mundo, es ahí cuando tienen el brillo
más hermoso que puede haber bajo las estrellas.
14-Febrero-2014